domingo, 24 de julio de 2016

Agenda parroquial de la semana

El amor como don.

Dios ha creado al hombre por amor y lo ha llamado para amar en los diversos momentos de la vida familiar y social, donde la primera experiencia de amor que recibe es en el hogar y, que a lo largo de toda su existencia estará comunicando su vocación al amor.
La vocación al amor sitúa en el tiempo y en el espacio a cada persona, y es por medio de una biografía donde se narra la historia de su vida, transmitiendo su ser único e irrepetible y, recibiendo el amor como un don que le hace salir de sí, para entrar en relación con los demás.
El amor ha de ser entendido como don de sí a los demás, no como una emoción, la persona está llamada a amar para no perderse en los afectos y las emociones; el amor es el don de sí, que ayuda a superar las fragilidades de la familia.
El primer amor que experimenta el hombre es el de sus padres, quienes le hacen descubrir la realidad en la que se encuentra, donde hay que tomar decisiones de la cotidianidad que dan sentido a la existencia.
El amor nos hace entrar en relación con los demás, nos permite salir de nosotros mismos para encontrarnos en relación con los otros y, poder transmitir lo que hemos recibido de Dios como un don.
La vocación al amor es innata y fundamental en toda persona, que al sentirse amada es capaz de responder de una manera generosa a su vocación que es anterior a cualquier elección, y se manifiesta a través del cuerpo. Esta vocación es dinámica, viva, ayuda a madurar a la persona, dándole la capacidad de comprometerse en cosas que son para toda la vida, que marcan su razón de ser.
La persona no puede vivir aislada, no puede permanecer indiferente ante la realidad que le rodea, está llamada a involucrarse creando espacios de fraternidad y de ayuda a los demás con un corazón creyente y desprendido. Es en el entregarse generosamente a los demás donde la persona encuentra su plena realización en la vida, creando una comunicación dinámica que sabe escuchar a todos.
La persona cuando es amada reconoce que tiene una dignidad dada por Dios; son los padres los que enseñan a sus hijos a reconocer y a responder de una manera gozosa a la vocación al amor, donde cada uno de los miembros de la familia encuentra su identidad personal y, se ayudan a ir construyendo la propia historia de vida. La vocación al amor ya sea en el matrimonio o en la virginidad, ha de ser vivida y transmitida como una misión recibida por el mismo Cristo.
El hombre no puede vivir sin amor, constantemente necesita preguntarse sobre las verdades de la vida, el sentido de su existencia. Toda persona ama algo, aunque algunas veces ama mal y, este amor nos abre al misterio de Dios, a estar íntimamente unidos a la verdad, como fuerza viva que dinamiza la vida del hombre.
Rosales William



BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de junio de 2006

Santiago el Mayor
Queridos hermanos y hermanas:
Proseguimos la serie de retratos de los Apóstoles elegidos directamente por Jesús durante su vida terrena. Hemos hablado de san Pedro y de su hermano Andrés. Hoy hablamos del apóstol Santiago.
Las listas  bíblicas de los Doce mencionan dos personas con este nombre:  Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3, 17-18; Mt 10, 2-3), que por lo general se distinguen con los apelativos de Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Ciertamente, estas designaciones no pretenden medir su santidad, sino sólo constatar la diversa importancia que reciben en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular, en el marco de la vida terrena de Jesús. Hoy dedicamos nuestra atención al primero de estos dos personajes homónimos.
El nombre Santiago es la traducción de Iákobos, trasliteración griega del nombre del célebre patriarca Jacob. El apóstol así llamado es hermano de Juan, y en las listas a las que nos hemos referido ocupa el segundo lugar inmediatamente después de Pedro, como en el evangelio según san Marcos (cf. Mc 3, 17), o el tercer lugar después de Pedro y Andrés en los evangelios según san Mateo (cf.Mt 10, 2) y san Lucas (cf. Lc 6, 14), mientras que en los Hechos de los Apóstoles es mencionado después de Pedro y Juan (cf. Hch1, 13). Este Santiago, juntamente con Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a los momentos importantes de su vida.
Dado que hace mucho calor, quisiera abreviar y mencionar ahora sólo dos de estas ocasiones. Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de situaciones muy diversas entre sí: en un caso, Santiago, con los otros dos Apóstoles, experimenta la gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y Elías, y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús; en el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte.
Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para él una ocasión de maduración en la fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la primera: tuvo que vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz, participando en nuestros sufrimientos.
Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas, "por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). La concisión de la noticia, que no da ningún detalle narrativo, pone de manifiesto, por una parte, que para los cristianos era normal dar testimonio del Señor con la propia vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posición destacada en la Iglesia de Jerusalén, entre otras causas por el papel que había desempeñado durante la existencia terrena de Jesús.
Una tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del imperio romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la "buena nueva", y características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la "barca" de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los Apóstoles el martirio.
Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II. Siguiendo a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos por el buen camino.

 

AGENDA PARROQUIAL – AVISOS

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Liturgia de las Horas
Domingo XVII del Tiempo Ordinario- C – I Semana del Salterio

VERANO: Horario Misas, Julio y Agosto
Sábados a las 20 h.
Domingos a las 9 h y a las 20 h.


Turnos,  2: de limpieza parroquial
Calles: Canónigo Lorés, Subid Dr Fleming
Responsables: Lolita Guaita y Lolita Soucase          

  INTENCIONES DE MISA
Del  25 al 31 de Julio de 2016

-Lunes, 25
19,30 h. Santo. Rosario
20,00 h. Santa Misa: Suf. Jaime Giménez, Teresa Ruiz y el niño Alejandro. Suf. Ricardo Guaita y Dolores Puchades. Suf. Suf. Andrés Centelles y sus padres. Suf. Jaime Pico Villalba y Maties Piles Palmero. Suf. Ana Añón Sancho y Anita Sancho Algarra. Suf. Rafael Ballester y sus hijas Rosario y Amalia.

-Martes, 26
19,30 h. Santo Rosario
 20,00 h. Santa Misa: Suf. Ana Segura Torres, Suf. Jaime López Iranzo y Ana González Soucase. Suf. Ana María González y Manuel Pastor. Suf. Enrique Vicent y Anita Pastor. Suf. Ana Añón Sancho y tía Anita.

-Miércoles, 27
19,30 h. Santo. Rosario
20,00 h. Santa Misa

-Jueves, 28
19,30 h. Santo. Rosario
20,00 h. Sta. Misa y Exposición  Stmo.
Suf. Juan Boluda e Isabel Sanambrosio. Suf. María Dolores Ibáñez Villalba. Suf. María Teres Ibáñez Villalba. Suf. José Esteve, Milagros Llopis y su hijo José.

-Viernes, 29
9,00 h.  Santa Misa en la Ermita V.D.G.  

-Sábado, 30
19,45 h. Sabatina
20,00 h. Santa Misa Vespertina: Domingo XVIII del T.O.
Suf. Laura Filiberto Moreno y sus padres. Suf. Rosario Ibáñez Llopis y Benjamín Picó Almonacil. Suf. Vicente López Lozano. Suf. José Tarín y Vicenta Baixauli. Suf. Francisco Nogueroles Añón y sus padres Jaime y María. Suf. Amparo Roig y difuntos de la familia. Suf. Ismael Corell, Dolores Algarra e hijos Ismael, Francisco y María Dolores. Suf. José Escoto y Teresa Algarra. Suf. Isabel Corell Tarín y familia. Suf. Carmen Collado Palmero y difuntos de la familia. En acción de gracias por los 50 años de matrimonio de Rafael González y Pilar Ruiz Quiles

-Domingo, 31: Domingo, XVIII del Tiempo Ordinario.
9,00 h. Santa Misa: Suf. Juan Ernesto Moreno y su padre Juan Moreno. Suf. Isabel Carrión Carrión y familia. Suf. Carmen Lozano Palmero y Marina Cotolí Almonacil.
20,00 h.  Santa Misa –Pro-populo- 

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